"Los pueblos, los hombres se enfrían, por ausencia del espíritu; pero estamos nosotros con pedernal y yesca, con cantares y poemas, con un alto desvelo y sueños de todo tipo para entibiar las horas de los que no quieren congelarse todavía"
Atahualpa Yupanqui
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lunes, 16 de marzo de 2009

Juana Figueroa


Uno de los casos de una persona que no se destacó en vida por sus virtudes y después de muerta se convierte en un mito es el de la salteña Juana Figueroa, “La Juana”, como la llama su pueblo.
Cuenta la leyenda que “la Juana” era una mujer de una extraordinaria belleza que vivía a pleno su vida y que se caracterizaba por su dulzura y bondad para con sus semejantes.
Pero Juana era muy celada por su marido que sus razones tenía al parecer, ya que en cierta oportunidad la encontró con otro hombre y la mató.
De allí en más “la Juana” pasó a ser una mártir popular. El pueblo no se detiene a analizar su actitud, por el contrario, intenta comprender la debilidad de la mujer, especula con su relación matrimonial y que hechos íntimos provocaron su infidelidad.
La devoción a Juana Figueroa se extendió por toda Salta y es así que la convirtió en mito, por lo que todos los lunes la que fue su casa se llena de fieles (especialmente mujeres), con los más diversos pedidos, iluminando el lugar con millares de velas que dan un espectáculo único.
Juana Figueroa, la que para muchos pacatos sería solo una infiel mujer, para el pueblo es un mito capaz de servir de nexo con el Creador.

domingo, 8 de febrero de 2009

Olegario Álvarez

La historia de este gaucho correntino, a quien sus fieles conocen como “El Gaucho Lega” no difiere mucho de las que ya hemos visto.
Toda su vida fue un prófugo de la justicia y cuando acorralado por una partida de la milicia, murió en un enfrentamiento con ésta, comienza la leyenda.
Se le rinde culto en la localidad de Saladas (provincia de Corrientes) donde es común ver su tumba (toda pintada de rojo ya que el Gaucho Lega perteneció al partido colorado de su provincia); cubierta de claveles de color sangre, además de las clásicas ofrendas de velas, muletas, vestidos de novia y sobre todo estolas y pañuelos rojos que poseen poder curativo según el dicho popular.
El día lunes es el día de mayor movimiento de fieles junto a la tumba de Olegario Álvarez y sobre todo el Día de los Difuntos (2 de noviembre), es cuando sus devotos se acercan a su santito para pedir y agradecer favores..
En varios lugares del suelo correntino se encuentran altares para rendir homenaje al Gaucho Lega, pero tal vez el más importante y uno de los más visitados sea el que se encuentra en la ciudad de Empedrado, ya que allí se venera como una reliquia una falange del bandido.
En la lápida de su tumba hay una escueta inscripción que reza: “O.A. 2 de mayo de 1906 a los 35 años”.
Quedan muchos más a lo largo y ancho de nuestro país, como Lázaro Blanco, El Gauchito Gil o en el cementerio de Tucumán Pedrito Hallao y muy cerca los mellizos Lucas Hallao.
En distintos lugares, ya sea en grutas, santuarios, tumbas o simples montículos de tierra, estos “santitos” siguen reuniendo fieles, que por lo general les piden cosas concretas y de la problemática diaria: salud, trabajo y amor.

jueves, 5 de febrero de 2009

Difunta Correa



María Antonia Deolinda Correa fue una mujer que conoció desde niña la valentía, pero también las persecuciones políticas.
Su padre, Pedro Correa, fue un destacado soldado en la guerra por la Independencia, pero eso no sirvió para que sus enemigos políticos tuvieran consideración con él y su familia, por lo que tuvo que huir a La Rioja desde su San Juan natal.
Escapando de sus enemigos políticos, especialmente del sanguinario militar Rancagua; quien había puesto sus ojos en la joven y hermosa Deolinda.
Alrededor de 1850 la joven Correa se había convertido en una bella mujer que a pesar de sus 18 años se había casado con Baudillo Bustos (dos años mayor que ella) y ya era madre de un hermoso varoncito..
Se cuenta que cuando Rancagua se enteró del casamiento de Deolinda Correa movió todas sus influencias para poder incorporar a Baudillo Bustos a sus tropas a fin de poder cumplimentar su venganza.
Fue así que su esposo no tuvo otra salida que seguir a las tropas (ya que no hacerlo ponía en peligro no solamente su vida, sino la de toda su familia).
Y la joven tomó una decisión muy común para las mujeres de su época: seguir los pasos de su marido. Fue así que con su hijo en brazos y a lomo de mula se aventuró por el despiadado desierto sanjuanino. Durante algunos días se alimentó con higos y tunas del lugar, pero las fuerzas fueron flaqueando y finalmente la muerte le ganó la partida.
Fue encontrada por un grupo de desertores tres días después de su muerte, pero se había producido el milagro: su cuerpo inerte seguía segregando leche que amamantaba a su pequeño hijo salvándole la vida.
Fue enterrada en el lugar de su muerte, conocido como Vallecito (a 65 kms. de la capital provincial). Como corolario de esta historia, se cuenta que su esposo Baudillo Bustos persiguió a Rancagua hasta degollarlo pera después desaparecer para siempre.
En la actualidad el santuario de María Deolinda Correa, o popularmente La Difunta Correa, está compuesto de varias capillas, cubiertas por placas de agradecimiento y ofrendas de las más diversas índoles, tal como encontramos en tantos santuarios, ya sean religiosos o paganos.
También hay una capilla especial para trajes de novias y de 15 años, los cuales son alquilados a gente de bajos recursos por la Fundación Cementerio de Vallecito que administra el lugar, y entre sus actividades realiza periódicas ventas de elementos ofrecidos, construyendo con lo recaudado un hotel y un lugar gratuito para los peregrinos.
El altar (conocido como Velatorio) se encuentra subiendo 80 escalones, que los fieles suben devotamente (incluso de espaldas o de rodillas) para depositar su vela encendida como ofrenda a la Difunta.
Sus principales devotos (además de los sanjuaninos) llegan desde La Rioja y Mendoza todos los Viernes Santo o cada 3 de noviembre (día del camino).
María Antonia Deolinda Correa, una simple mujer convertida en santita.

martes, 27 de enero de 2009

Gauchito Gil


Un 8 de enero de hace 130 años un piquete policial emboscó al Gauchito Gil en una zona rural cercana a Mercedes y allí le dieron muerte.
Por estos años, el país se encontraba en guerra con el Paraguay, y como tantos otros, Gil se alistó bajo las órdenes del General Madariaga. Durante cinco años participó de la Guerra de la Triple Alianza, que culminó bajo la presidencia de Sarmiento en 1870 cuando las fuerzas brasileñas capturaron y mataron al gobernante paraguayo, Mariscal Francisco Solano López.
Terminada la guerra, Antonio Gil fue convocado por el ejército federal para luchar contra los unitarios, pero como no estaba de acuerdo con los enfrentamientos internos del país, decidió huir junto a dos compañeros.
Así comenzaron una vida errante huyendo permanentemente de la autoridad, y viviendo del ganado robado que compartían con los campesinos más necesitados. Casi un año después, una partida militar lo encontró dormido bajo la sombra de unos espinillos y lo llevó detenido a Goya. Pero apenas habían comenzado la marcha, los soldados lo tiraron al suelo, le ataron los pies con una soga larga y lo colgaron de un algarrobo cabeza abajo. Dirigiéndose al que lo iba a matar, el Gauchito pronunció sus últimas palabras:
"Cuando vuelvas a tu casa, encontrarás a tu hijo muy enfermo pero si mi sangre llega a Dios, juro que volveré en favores para mi pueblo"
.Acto seguido, obedeciendo la voz de mando, el soldado le cortó el cuello.
Varios días después, cuando todos ya habían olvidado al Gauchito, el soldado que lo había matado volvió a su casa, y se encontró con su esposa desesperada porque su único hijo estaba muy enfermo. En ese instante recordó las palabras de Gil. Entonces volvió al lugar donde lo habían matado, enterró el cuerpo y le rogó al Gauchito por su hijo. Cuando volvió a su casa al amanecer encontró a su niño sano...y ése fue el principio de una serie interminable de supuestos milagros que se le atribuyen hasta nuestros días.
La leyenda no concluye allí: el policía que le había dado muerte y un grupo de lugareños, decidieron darle sepultura en el mismo lugar donde murió; y allí le erigieron una cruz, que se constituyó en un símbolo, a la cual señalaron con un trapo rojo, característico de los gauchos, que se convirtió en su estandarte inequívoco.
Sin embargo esa tumba, estaba ubicada en la estancia de una familia importante y a su propietaria no le gustó que ese “gaucho ladrón” estuviese enterrado en su tierra, por lo que presionó sobre las autoridades del lugar para que el cuerpo fuera trasladado al cementerio.
Así se hizo y esto provocó una inmediata reacción de los lugareños, quienes comenzaron a manifestar que “el Gaucho Gil se vengaría de tal afrenta”.
Poco tiempo después la estancia comenzó a padecer problemas económicos y de salud que hicieron su vida imposible, hasta que finalmente aceptó que el cuerpo de gil retornara a su asentamiento original y en ese momento –cuentan- cesaron todos los males.
Desde entonces el santuario creció al borde de la ruta nacional 123 y es el paraje obligado de todos aquellos que tienen una mínima creencia, ya que no son pocos los que se detienen “por las dudas”, temiendo que de no hacerlo, sufran algún contratiempo en su viaje. En la actualidad, el numero de fieles y seguidores se a multiplicado considerablemente en todo el país, incluso algunas regiones de países limítrofes como Paraguay y Uruguay.

sábado, 24 de enero de 2009

El Angelito Miguelito


MIGUELITO, EL ANGELITO MILAGROSO
Su transformación en Santo Popular no sigue los patrones que hemos observado en el resto de los personajes considerados, como se advierte en el relato que hace la madre.
En 1967, quince días antes de cumplir un año, Miguel Ángel Gaitán muere de meningitis y sus restos son enterrados en el cementerio local de Villa Unión en la provincia de La Rioja. Había nacido en Banda Florida, a orillas del río Bermejo el 9 de julio de 1966 y era el hijo número 12 de Argentina Nery Olguín y de Bernabé Gaitán (que tuvieron quince pero sólo nueve sobrevivieron). Miguelito murió el 24 de junio de 1967 cuando era transportado con urgencia por una ambulancia hasta Chilecito.
La leyenda comienza luego de una violenta tormenta en 1973, siete años después de su muerte. De acuerdo con los pobladores, la tempestad destruyó el túmulo de ladrillos y cemento que cubría el cajón del bebé, el cual fue descubierto por un trabajador del cementerio. Espiando su interior, encuentra los restos del niño virtualmente intactos, y se reconstruye la tumba para proteger el cajón de los elementos. Poco después las paredes se habían caído "misteriosamente" sin mediar tormentas ni vientos. Hubo una segunda reconstrucción pero los ladrillos volvieron a aparecer desparramados, por lo tanto decidieron dejar el cajón en el exterior.
Pero entonces notaron que la tapa del ataúd había sido removida a la noche. "Colocamos piedras y objetos pesados sobre la tapa, pero cada mañana la encontrábamos removida" cuenta la madre de Miguel Ángel, "finalmente decidimos que Miguel no quería ser cubierto, quería ser visto." (Amato 1996). Primero estaba simplemente destapado pero luego le arrancaron una falange que conservaba un pequeño anillo y además todo el mundo le tocaba la frente. Ahora esta en una pequeña caja azul de madera, cerrada con un candado y con la tapa de vidrio. A través de él se ve su rostro reseco y marrón y su madre le cambia habitualmente de ropa. Los creyentes ponen la mano sobre el vidrio a la altura de la cabeza. Cuando este hecho se divulgó comenzó a llegar gente de todos lados para verlo, primero individualmente luego en tours programados, no sólo desde la ciudad de La Rioja, sino desde San Fernando del Valle de Catamarca y Córdoba.
Entonces construyeron un pequeño panteón para guardar los juguetes, carpetas de estudiantes, autitos, bicicletas, flores de plástico, ositos, placas de metal y cerámica con forma de corazón o con diseños de angelitos, cintas celestes y blancas, fotos, insignias. Son tantas las ofrendas que el panteón se fue ampliando con una habitación al lado y otra arriba.
Miguelito vestido con la ropa que les llevan sus devotos (foto Adriana Callegari).
Entre los agradecimientos se leen: "gracias por hacerme campeón de Karate", "porque se me declaró José", "porque saqué 10 en el examen". Hay trofeos deportivos, escarpines, rosarios y cuadernos donde se escribe el pedido que se le hace al Angelito y si él cumple debe publicarse un agradecimiento en uno de los diarios de la capital riojana.
La madre de Miguel Ángel, Argentina Gaitán, atiende diariamente la tumba. Si los "buscadores de milagros son afortunados" (Amato 1996), la madre abrirá el cofre y les permitirá tocarlo en la cabeza. Si fueran verdaderamente afortunados, ella vestirá el cuerpo con las ropas de bebé que los peregrinos traen, como la pequeña camiseta de Boca Juniors. Los peregrinos dejan ofrendas, generalmente juguetes, y la Sra. Gaitán vende postales y estampas con el retrato de Miguel Ángel en su ataúd por dos pesos y cuadernillos con la crónica de su vida y muerte por quince pesos. Los juguetes los donan a las escuelas, y con las bicicletas se hacen rifas.
Dicen que a veces a la mañana se encuentran juguetes desparramados y se supone que Miguelito estuvo jugando durante la noche.
Extraido del cdrom "ALMAS MILAGROSAS, SANTOS POPULARES Y OTRAS DEVOCIONES" por María de Hoyos y Laura Migale, Edición NAyA

Andres Bazán Frías

Hay un tema que me interesa mucho, y desde hace tiempo lo vengo siguiendo; es el caso de los Santos Populares que tenemos en nuestro país, así que, como en este blog se trata de compartir nuestra cultura; hoy les traigo la historia de Bazán Frías, un santito de Tucumán:

La historia del tucumano Andrés Bazán Frias no difiere mucho de la de otros “santitos” que en vida fueron conocidos delincuentes y ya después de muertos se convirtieron en embajadores de su pueblo ante Dios.
La historia de este natural de Tucumán cuenta que Andrés fue criado dentro de un hogar humilde y bien constituido. Su padre -Félix Bazán- era policía, tal vez por eso asombró tanto que en su juventud, luego de haber desarrollado distintos trabajos decentes, Andrés Bazán Frías se dedicara a delinquir, cosechando en su prontuario numerosos robos y crímenes. Es a partir de ese momento que se lo conoce en el mundo delictivo como “El Manco”.
Fue detenido y condenado a prisión en la capital del “jardín de la república”.
En septiembre de 1922 decide -junto a su amigo y compañero de fechorías Martín Leiva- fugarse de la prisión.
Es así que cuando el oficial de guardia abre el portón de entrada, los dos presos (que han obtenido quien sabe como un par de revólveres) ganan la calle en busca de libertad.
Quiso el destino que se encontraran cara a cara con dos policías que llegaban. Uno de ellos quiso detener a Bazán Frias pero los disparos de éste lo obligaron a desistir; permitiéndole al “Manco” escapar del lugar. 3
Por su parte, su amigo Leiva mató de un balazo al subteniente de policía Juan Cuezzo y fue detenido por los refuerzos que llegaban en ese momento.
A partir de ese momento Bazán Frias tuvo una obsesión: “Necesito encontrar hombres de coraje que me acompañen a cumplir mi sueño -decía- quiero asaltar la Penitenciaria y darle libertar a todos mis amigos”
En tanto y mientras planeaba la concreción de su meta se dedicaba a delinquir, desafiando abiertamente a la policía que lo consideraba un peligro público.
Y aunque era considerado un delincuente peligroso, sus seguidores entendían que lo que hacía era protegerse de la injusticia policial y repartir su dinero con los pobres y necesitados.
Un caluroso día de enero de 1923 se encontraba con dos cómplices en una capucha que le servía de aguantadero cuando la policía lo encontró..
Aunque sus cómplices fueron detenidos, Bazán Frias escapó corriendo, cubriendo su huida disparando su inseparable revólver.
Los frondosos árboles del parque Avellaneda le sirvieron para cubrir su huida, la que terminó en el paredón del cementerio, donde murió de un balazo en el cuello disparado por uno de sus seguidores, mientras se encontraba colgado tratando de saltar hacia adentro. .
Casi al instante de su muerte comenzó la leyenda: El delincuente Manco Bazán dejó paso al Gaucho Bazán Frías.
Dicen que el fugitivo no pudo ingresar al cementerio porque cuando iba a saltar se encontró con el alma del sargento de policía José Figueroa que él había matado y la impresión lo paralizó; siendo la imagen del fantasma la ;ultima visión que se llevó de este mundo.
Cuentan que su padre lo veló esa noche en el mismo cementerio y que en sus bolsillos se encontraron un crucifijo, un escapulario y una medallita, además de una copia de la orden de su captura. Estos elementos religiosos, sumados a que un incendio misterioso hizo desaparecer su prontuario, llevaron a que la imagen de este “santito” fuera totalmente limpia a través del recuerdo de sus fieles.
Es así que la gente sencilla y creyente interpreta que quien fue en vida un perseguido por la injusticia y repartió el producto de sus robos entre los pobres, ahora, después de muerto seguramente los ayudará en sus problemas de salud, de trabajo o de amores.
Hoy su tumba en el Cementerio del Norte, en su Tucumán natal, no se diferencia mucho de la tumba de otros venerados en tantos lugares de nuestro país: muchísimas placas, velas, pedidos y los más increíbles objetos personales de sus devotos, son la muestra que el Gaucho Bazán Frías sigue junto al pueblo que lo eligió.