Uno de los casos de una persona que no se destacó en vida por sus virtudes y después de muerta se convierte en un mito es el de la salteña Juana Figueroa, “La Juana”, como la llama su pueblo.
Cuenta la leyenda que “la Juana” era una mujer de una extraordinaria belleza que vivía a pleno su vida y que se caracterizaba por su dulzura y bondad para con sus semejantes.
Pero Juana era muy celada por su marido que sus razones tenía al parecer, ya que en cierta oportunidad la encontró con otro hombre y la mató.
De allí en más “la Juana” pasó a ser una mártir popular. El pueblo no se detiene a analizar su actitud, por el contrario, intenta comprender la debilidad de la mujer, especula con su relación matrimonial y que hechos íntimos provocaron su infidelidad.
La devoción a Juana Figueroa se extendió por toda Salta y es así que la convirtió en mito, por lo que todos los lunes la que fue su casa se llena de fieles (especialmente mujeres), con los más diversos pedidos, iluminando el lugar con millares de velas que dan un espectáculo único.
Juana Figueroa, la que para muchos pacatos sería solo una infiel mujer, para el pueblo es un mito capaz de servir de nexo con el Creador.