
María Antonia Deolinda Correa fue una mujer que conoció desde niña la valentía, pero también las persecuciones políticas.
Su padre, Pedro Correa, fue un destacado soldado en la guerra por la Independencia, pero eso no sirvió para que sus enemigos políticos tuvieran consideración con él y su familia, por lo que tuvo que huir a La Rioja desde su San Juan natal.
Escapando de sus enemigos políticos, especialmente del sanguinario militar Rancagua; quien había puesto sus ojos en la joven y hermosa Deolinda.
Alrededor de 1850 la joven Correa se había convertido en una bella mujer que a pesar de sus 18 años se había casado con Baudillo Bustos (dos años mayor que ella) y ya era madre de un hermoso varoncito..
Se cuenta que cuando Rancagua se enteró del casamiento de Deolinda Correa movió todas sus influencias para poder incorporar a Baudillo Bustos a sus tropas a fin de poder cumplimentar su venganza.
Fue así que su esposo no tuvo otra salida que seguir a las tropas (ya que no hacerlo ponía en peligro no solamente su vida, sino la de toda su familia).
Y la joven tomó una decisión muy común para las mujeres de su época: seguir los pasos de su marido. Fue así que con su hijo en brazos y a lomo de mula se aventuró por el despiadado desierto sanjuanino. Durante algunos días se alimentó con higos y tunas del lugar, pero las fuerzas fueron flaqueando y finalmente la muerte le ganó la partida.
Fue encontrada por un grupo de desertores tres días después de su muerte, pero se había producido el milagro: su cuerpo inerte seguía segregando leche que amamantaba a su pequeño hijo salvándole la vida.
Fue enterrada en el lugar de su muerte, conocido como Vallecito (a 65 kms. de la capital provincial). Como corolario de esta historia, se cuenta que su esposo Baudillo Bustos persiguió a Rancagua hasta degollarlo pera después desaparecer para siempre.
En la actualidad el santuario de María Deolinda Correa, o popularmente La Difunta Correa, está compuesto de varias capillas, cubiertas por placas de agradecimiento y ofrendas de las más diversas índoles, tal como encontramos en tantos santuarios, ya sean religiosos o paganos.
También hay una capilla especial para trajes de novias y de 15 años, los cuales son alquilados a gente de bajos recursos por la Fundación Cementerio de Vallecito que administra el lugar, y entre sus actividades realiza periódicas ventas de elementos ofrecidos, construyendo con lo recaudado un hotel y un lugar gratuito para los peregrinos.
El altar (conocido como Velatorio) se encuentra subiendo 80 escalones, que los fieles suben devotamente (incluso de espaldas o de rodillas) para depositar su vela encendida como ofrenda a la Difunta.
Sus principales devotos (además de los sanjuaninos) llegan desde La Rioja y Mendoza todos los Viernes Santo o cada 3 de noviembre (día del camino).
María Antonia Deolinda Correa, una simple mujer convertida en santita.